Suele suceder que la vida y la muerte se crucen de manera inexplicable. No es frecuente, pero pasa. Y da lugar a interrogantes muy profundos, indescifrables para un ser terrenal.
La mamá de Mateo Simonián estaba embarazada de seis meses. Esperaba una nena. Al igual que el papá, no superan los 30 años. Mateo, era por ahora su único hijo. Jugaba en la categoría 2004 de Kimberley. Pero con sólo seis años falleció el pasado jueves. Todo fue muy rápido. El lunes, iba con su papá a la práctica. En el camino, a pocas cuadras del club, se desvaneció. Lo internaron en el Sanatorio Güemes. Un par de días después, parecía recuperado, aunque los médicos le sugirieron a la familia que, por las dudas, dejara de jugar al fútbol al menos por este año. "Voy a ir al arco", dijo Mateo, consciente de la situación.
Entonces, ocurrió lo imprevisto, lo absurdo, lo increíble... Un paro cardíaco primero, enseguida otro. Y sus frágiles seis años no lo resistieron. Las hipótesis no faltan: ¿Muerte súbita? ¿Mal congénito? ¿Virus mortal? Ya no importa...
Mateo fue sepultado en el Cementerio de la Chacarita, ante el dolor de la multitud que fue a despedirlo. El club Kimberley permaneció cerrado por duelo. La tira de Promocionales contra Los Muchachos también se suspendió. Numerosas instituciones amigas enviaron sus condolencias, en una muestra de apoyo conmovedora.
Previamente a los partidos de la tira contra Allende, se hizo un minuto de silencio. Entre la gente de Kimberley, ya nada era igual. Rostros apagados, cejas levantadas, gestos de preocupación, eran la muestra de haber atravesado días de sufrimiento.
Mientras tanto, lejos de los estadios, una familia no tenía consuelo. Dentro de tres meses, la alegría de un nacimiento disimulará el dolor, por algunos instantes. Será cuando los extremos, la vida y la muerte, vuelvan a unirse. Inexplicablemente.
Publicado por "LA VOZ DEL FUTSAL"
La mamá de Mateo Simonián estaba embarazada de seis meses. Esperaba una nena. Al igual que el papá, no superan los 30 años. Mateo, era por ahora su único hijo. Jugaba en la categoría 2004 de Kimberley. Pero con sólo seis años falleció el pasado jueves. Todo fue muy rápido. El lunes, iba con su papá a la práctica. En el camino, a pocas cuadras del club, se desvaneció. Lo internaron en el Sanatorio Güemes. Un par de días después, parecía recuperado, aunque los médicos le sugirieron a la familia que, por las dudas, dejara de jugar al fútbol al menos por este año. "Voy a ir al arco", dijo Mateo, consciente de la situación.
Entonces, ocurrió lo imprevisto, lo absurdo, lo increíble... Un paro cardíaco primero, enseguida otro. Y sus frágiles seis años no lo resistieron. Las hipótesis no faltan: ¿Muerte súbita? ¿Mal congénito? ¿Virus mortal? Ya no importa...
Mateo fue sepultado en el Cementerio de la Chacarita, ante el dolor de la multitud que fue a despedirlo. El club Kimberley permaneció cerrado por duelo. La tira de Promocionales contra Los Muchachos también se suspendió. Numerosas instituciones amigas enviaron sus condolencias, en una muestra de apoyo conmovedora.
Previamente a los partidos de la tira contra Allende, se hizo un minuto de silencio. Entre la gente de Kimberley, ya nada era igual. Rostros apagados, cejas levantadas, gestos de preocupación, eran la muestra de haber atravesado días de sufrimiento.
Mientras tanto, lejos de los estadios, una familia no tenía consuelo. Dentro de tres meses, la alegría de un nacimiento disimulará el dolor, por algunos instantes. Será cuando los extremos, la vida y la muerte, vuelvan a unirse. Inexplicablemente.
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